martes, 13 de enero de 2009

Luz, negrura y polvo.

martes, 13 de enero de 2009
Hacía un calor endemoniado. Fue como si todo el mundo decidiera ir al mismo lugar, la misma noche, con las mismas ganas. No conocía el sitio, pero de tanto escuchar de él me tuve que ir a meter en mi peor momento de abandono. El porno y la computadora a veces no hacen el trabajo de mantenerlo a uno seguro bajo un techo, ¿Sabían? La música retumbaba en mi cuerpo como si quisiera sacarme el alma y recuerdo que estaba lleno de focos de colores azulados y violetas que con mucha suerte hacían notar el contorno de un público que entre tanto calor y roce revelaba que en su mayoría eran hombres. Recuerdo que en un momento cerraron las puertas y desde entonces no entró nadie más al lugar. El encierro era el último invitado y fue el puntapié para que la verdadera fiesta empezara. La barra empezó a repartir alcohol con la soltura de una tirada de panfletos y la gente empezaba a perder el sentido del control. Varios de los muchachos se quitaron toda la ropa que cubría sus torsos. Camisetas y poleras pasaron a ser un adorno del cinturón, y la poca luz que llegaba desde la entrada había sido reemplazada por el fulgor blanco que produce el ultravioleta sobre algunas prendas, sobre los ojos, sobre las gargantillas, las curvas sudadas de la piel desnuda y las hebillas bajo el ombligo que se movían sin ningún tipo de inhibición. Yo decidí dejar de formar parte del decorado y me moví de mi puesto de espectador junto al pilar para insertarme en la masa. Mi camisa estaba desabrochada hasta el cuarto botón, pero en cosa de un par de minutos ya se había ido. Era estremecedor, recuerdo que hubo varias manos involucradas en un desnudamiento que no me molestó ni por un segundo. No me importó tampoco pensar que todo se acabara cuando volviera el sol. Delante mío, con un movimiento que me herizó los pelos se apoyó sobre mi un muchacho que bailaba con cuidado sosteniendo un trago en una mano y algo blanco en la otra. Al voltearse con el trago en altura pude sentir un delicioso aroma a hombre acalorado que emanaba de entre su cuello, axila y pectoral brillante y bien ejercitado. Quedé pasmado viendo su pecho un momento, para notar más tarde que el tipo tenia unas facciones deliciosas, aunque sus ojos estaban disfrazados tras unos enormes lentes de sol. Yo me seguí moviendo reducidamente al ritmo del monstruo de cuerpos, mientras él se acercó e hizo algo difícil de preveer. Primero, con su mano alzada me ofreció de su trago, del cual tomé tratando de mirarlo a los ojos tras los cristales lo más posible. Él, mientras me veía, sonreía con satisfacción. Luego, él bebió del mismo vaso dejandome ver nuevamente su axila, su delicadamente trabajado cuerpo, su brazo endurecido, su cuello húmedo, su pecho sudoroso y su manzana que se contoneaba con el paso del líquido a medida que tragaba. Luego, hizo un movimiento de dedos con la otra mano y acercó su boca hacia mi cuello. Me herizé por completo, aunque preferí quedarme quieto para ver que pasaba. El tipo lamió con la punta de su lengua desde el término de mi oreja hasta mi hombro, formando un caminito donde su saliva le quitó lugar a mi sudor. Luego, acercó a mi cuello el objeto blanco y lo deslizó con cuidado por el mismo camino. Noté de inmediato lo que era ya que relucía con fuerza anunciandose como si fuera oro en el desierto. La música cesó para darle lugar a un silencio clásico de la música electrónica, con un sonido de un saxofón lejano y un estridente bajo esperando para volver a arremeter. Se acercó a mi cuello aprovechando que detuve mi movimiento, e inhaló con fuerza y cuidado por todo el trayecto que había dejado el polvo color neón. Luego pasó su lengua en sentido contrario, aunque esta vez su lengua completa, de sopeton y terminando en un beso en mi cuello. Recuerdo que mi miembro se puso duro casi de inmediato. A los dos segundos, tenía al hombre que era algo de un puño más alto que yo dandome un caluroso beso de agradecimiendo, dejando en mi boca un curioso sabor que estimuló de inmnediato la punta de mi lengua. Lo besé con fuerza. Cuando se separó sonrió denuevo, dejándome ver esta vez un insinuado atisbo de sus dientes, relucientes y maliciosos tras una jugosa y delicada boca de labios relativamente gruesos. Combinaba perfecto con sus rasgos marcados y apariencia de argentino. La música volvía a arremeter, esta vez era menos azotante aunque igual de estridente. Volvimos todos a bailar con desenfreno. El hombre me volvió a ofrecer trago, del cual casi me tomé la mitad. Ahora sentía que al tipo le seducía mi pseudo entrega, asi que me sentía con ciertos privilegios en todo este cortejo. Entonces guardó el estuche blanco en el bolsillo de su trasero, colocado después la mano en su boca. Hechó la cabeza hacia atrás como relajando los músculos de su pecho, sin perder el hilo de la música y al incorporarse se acercó aún más a mí envolviendo mi cara entre el músculo de su brazo y su respiración asesina. Ya estaba demasiado excitado como para oponer alguna resistencia. Se acercó nuevamente, esta vez directo a mi boca. Me besa y me introduce su lengua blanda, dulce e irrespetuosa que se apoderó en dos movimintos de la mía. De todos modos no penetró en son de guerra, sinó todo lo contrario. Entre mi boca, que se llenó de saliva mientras él retiraba su músculo, quedó plantado algo pequeño y duro, que desterraba a medida que los segundos pasaban. El tipo hizo un ademán con su dedo al ritmo de la música y con su dedo índice recorrió desde su garganta hasta su pecho. Tragué.
La voz muy melodiosa de una mujer luchaba por hacerse escuchar entre un sonido que resonaba en mis entrañas de una manera tan placentera que pensé que tendría algún tipo de clímax. Al abrir los ojos veía un montón de curvas azuladas y violáceas que aparecían y desaparecían sobre una masa negra que se movía. Todo me parecía sexual. El resto era absolutamente negro. Varias manos rozaban mi trasero, mi cintura, mis hombros, mis brazos. Varios cuerpos rozaron el mío al moverse de un lado al otro. Varias manos tocaron mi rostro queriendo decir cosas que yo era incapáz de entender. Una de esas manos tomó mi rostro y lo acercó a una boca que ya era familiar para mí. Me tomó como su presa, colocó sus labios sobre los míos haciéndose lugar y metió su lengua en mi boca deliciosamente. Mientras tanto, la otra mano viajaba a toda velocidad por sobre mi pezón hacia mi abdomen, y luego hacia mi pene, imposible de ocultar en ese estado con un pantalón de mezclilla común y corriente. Mientras masajeaba mi miembro, coloqué mis manos tras su nuca y apollando mis brazos en su ancha espalda lo arrastré hacia mí, hacia el lugar donde yo estaba, hacia el vacío que había donde mis ojos no podían ver. De repente la música dejó de sentirse agresiva, se sentía como si se hubiera vuelto la banda sonora de mi momento. Sonaba glacial, y el aire estaba lleno de pequeños destellos muy brillantes que adornaban mi nada, donde sólo estaba yo, la negrura de cuerpos que se frotaban entre ellos y el hombre que besaba mi cuello hambriento de más calor. Pensé que iba a arder. Lo halé hacia mí y mordí su cuello como si quisiera comerlo, como si fuera a chuparle la sangre. Su músculo se endureció en excitación, lo cual me calentó aún más. Con una de mis manos estreché sus nalgas con fuerza y luego puse su muslo hacia mi cintura encerrandome en él. Estabamos contra la pared, y su verga punzaba impaciente, llena de rabia y euforia, bajo un cinturón blanco que casi me gritaba quitarlo. Mi imaginación volaba, mi sentidos volaban, la música volaba, y mi temperatura estaba por las nubes. Pensé que no lo iba a aguantar, era el momento más placentero de mi vida. Tomé su hebilla y de un tirón la dejé fuera, mientras deslizaba sin dificultad su cinturón. Aflojé su botón, bajé su cierre en tiempo cero y liberé su miembro bajando su ropa interior. Para cuando subí mi mano a su rostro nuevamente, me di cuenta que había creado un peligroso camino que atravesaba un cuello palpitante, un torso amplio y un endurecido abdomen hasta un miembro en fulgor, oculto entre la negrura de la masa y mi cuerpo. Bajé, lo metí completo en mi boca, hambriento y lo chupé energicamente para no olvidar jamás su sabor que causaba en mi cuerpo completo una extrapolada sensación de placer. Lo mamé durante años encerrados en minutos y luego él con una caricia en el rostro me hizo levantar. Guardó su polla entre su ropa interior con un ademán y me hizo una señal para que lo siguiera.
Me tomó de la mano y me llevó entre sorteos a un lugar más despejado, que tenía una escalera cubierta de sombras y luces azules ahogadas. Era de caracol. Subí con mucho temor de caer, aunque en verdad mi paso no tuvo nada fuera de lo común. Quizás me distraje demasiado viendo ese culo que me gritaba que me lo comiera. Llegamos a un lugar igual de sumerjido en la negrura, sin embargo mucho más quieto y peligrosamente más cómodo. Logré identificar que era una especie de cuarto redondo, lleno de sillones donde estaba repleto de muchachos semi desnudos dando rienda suelta a su hambre de carne fresca. Todo era infinitamente excitante para mí. El hombre me llevó con energía hacia el final de la habitación donde todo se hacía más oscuro. Recuerdo que miró a un guardia en el lugar, y éste asintió abriendo de entre la oscuridad una puerta que daba a una habitación que me parecía el paraíso. Estaba lleno de muebles aterciopelados de distintas formas, sin embargo era pequeño. Figuraban casi todos desnudos, muchos haciendo el amor para el deleite de otros que observaban. Incluso algunos besaban al que era penetrado mientras este se deshacía en gemidos suplicante de más, imposible de saciar. Otros formaban entruncados enredos humanos que se entregaban bajo la misma canción.
En lo alto, una luz abúlica caía como si fuera polvo en suspensión, tan debilitada que a penas iluminaba los contornos de los muebles y las espaldas que viaban por sobre y debajo de otros. A mí se me llevó a un rincón apartado, a una cama que tenía unas telas algo transparentes revelando que no estabamos sólos, pero delimitando las sombras para asegurar que el encuentro íntimo era sólo de nosotros. Yo era víctima en ese momento de una mezcla de sensaciones que jamás podré describir con precisión, pero sentía como si todo lo que yacía en el lugar formara parte de mi, y yo parte de él. De la luz tenue, de las curvas, del calor sofocante, de las lineas dibujadas sobre el hombre que se posicionaba sobre mí. Puse mis dedos en su cintura y bajé penetrando en su ropa interior. Removí todo lo que quedó en cosa de segundos y la ropa quedó abandonada en la oscuridad. Sentí el golpeteo de su verga de inmediato en mi ombligo. Lo besé con fugacidad, como si fuera un manjar preparado para mí. No importaba nada de lo que yo hiciera en este momento, todo era para mí. Él me tomó por las muñecas y las levantó sobre mi cabeza. Traté de resistirme debilmente, lo cual pareció prenderlo aún más y empezó a besarme dejando la marca de su lengua mientras descendía por mi costado suavemente, causandome una mezcla de cosquillas y excitación. Soltó mis muñecas para desatar mi pantalón, aunque yo ni siquiera moví las manos del lugar. En cosa de segundos mis pantalones y todo el resto de la ropa que había en mi cuerpo estaba bajando por mis pantorrillas, para irse perdida entre las telas semitransparentes. El tipo besó mis rodillas y lamió la parte interior de mis muslos hasta llegar a mis testículos, los cuales masajeó con su boca durante un buen rato, acercando la lengua a la base de mi pene anunciando lo que se venía. Se quitó los lentes y los dejó a un lado, dejando entrever en la oscuridad un par de cejas alargadas y sensuales que delataban un par de ojos feroces y felinos. Con un movimiento de su cuerpo enfrentó su polla contra mi boca, haciendo que tan sólo el olor de su sexo hiciera que yo quisiese deborarlo denuevo con devoción. Él metió mi pene en sus fauces hasta el fondo, tragando y tragando haciendome sentir la succión de una manera tan placentera que no podía evitar quedarme perplejo, sentía que todo a mi al rededor se detenía. Volteé mi cara haca su verga y me la comí decididamente hasta que su glande penetró en mi garganta, pudiendo sentir en mi mejilla el roce de sus bellos y el olor de sus testículos. Sentía que me llenaba por dentro de satisfacción. Mamamos ambos con furia al ritmo de nuestra propia canción alternando entre nuestros miembros y nuestro escroto, lubricando nuestos sexos y llevandonos cada uno el sabor del otro. Yo estaba duro como roca y me calentaba demasiado que él se detuviera especialmente a lamer mi glande cuando salía a la superficie una dosis de mi líquido preseminal. Decidí que era momento de llegar al climax del momento, asi que deslicé mi mano sobre sus nalgas y palpé su ano que ardía en calor. Era muy suave, estaba húmedo y tenso, fue imposible aguantarme las ganas de querer comerme su culo completo. Deslicé mi cuerpo, puse ambas manos en sus nalgas dandole a entender que debía posicionarse y las abrí con cuidado para lamer entre ellas con toda libertad. Sus muslos eran muy grandes y en la parte trasera tenian unos vellos que me volvían loco. Me abalancé sobre ellas, las mordí, las lamí, las besé, y luego subí como un gato hacia su cuello ayudado de mis manos. Entonces, con la parte anversa de mi lengua bajé por todo su espinazo. Mientas bajaba, podía sentir como se herizaban sus músculos en señal de fresco placer y una lluvia de calos fríos. Cuando llegué a su trasero, arremetí con violencia contra su ano y puse mi lengua en su entrada con ímpetu. Mi boca se lleno de inmediato de saliva, se sentía tremendamente exquisito. Su cuerpo se rindió ante mí sin demorar una fracción de segundo y ya su cadera seguía a ritmo completo el movimiento de mi lengua. Podía divisar en lo negro como se iban endureciendo los músculos de sus muslos, de su espalda, el arqueo de sus hombros, el vaivén de su cabeza que a ratos miraba hacia el cielo lleno de placer. Su ano comenzaba a dilatarse y a agradecer el calor y la humedad de mi lengua. Empezaba a reaccionar, a dejarme entrar. Al cabo de un momento el tipo estaba apoyado sobre sus rodillas y sus codos sobre la cama y conmigo en la misma posición llevandome lo mejor de él. Entonces me incorporé y comencé a tantear su entrada con la cabeza de mi miembro, durísimo por tanto jugueteo. Él también hizo el ademán de incorporarse y con una mano me entregó algo hacia atrás. Era un preservativo. Ya ni recuerdo en que momento me lo coloqué, sólo sé que de un momento a otro estaba puesto y yo tanteaba nuevamente su ano buscando acogida. Entonces apoyó su pecho contra la cama, separó sus piernas y bajó el mentón, aún con las palmas apolladas hacia abajo lo cual dejaba sus codos levantados en espera. Su culo, abierto y esperando no tuvo mucho tiempo expuesto hasta que coloqué mi verga en él y la empujé despacio para que entrara. Mientras se abría paso lentamente entre esos varios repliegues de carne, sentía sobre mi pene una ola de calor que abrazaba todo mi cuerpo. La suavidad de su interior y la energía que me regalaba su cuerpo eran de otro planeta. Pude sentir de pronto como la música arremetía con inusual violencia por todo el lugar, retumbando las paredes recordándonos que era la dueña del lugar. Penetré hasta el fondo, seguido de un largo y arrastrado gemido de él, quien arqueó su espalda acercando una mejilla hacia mi como intentando verme. Aún con una mano apollada en la cama, con la otra tomó mi cara como si me fuera a robar un beso, sin embargo comenzó a embestirme con su culo haciendo que mi verga entrara y saliera de él. En un principio pensé que me correría al instante, pero después logré volver en mí para tomarlo de las caderas y comenzar a arremeter con fuerza. Podía ver en la parte baja de su espalda como se ampliaban sus caderas y sus músculos cada vez que mi pene entraba en él hasta el fondo, mientras tanto él bufaba de placer con la cara a ratos hacia abajo y a ratos hacia arriba. Los destellos de delgada luz me dejaban ver su lengua que salía fugaz para guardarse de inmediato, como si el placer hiciera que quisiera llevarse a su boca los fractales de luz que caían difuminados. Perdí la noción del tiempo-espacio, y así estuve metiendo por toda una eternidad, hasta que un gemido suyo en particular me hizo salir de mi hipnosis. Se incorporó denuevo y se retiró con mucha destreza. Se volteó para besarme y removió con una mano el preservativo lanzandolo a un lado sin cuidado. Mordisqueó mi cuello, lamió mi clavícula, me apretó contra sí y logró sin bacilar adueñarse de mí denuevo. Ésta vez era una de sus manos la que bajaba hacia mis nalgas, abriéndose paso con agilidad única. Llegó a mi ano y comenzó a masajearlo al rededor, haciéndome sentir absolutamente vulnerable en ese momento. Quizás la falta de costumbre, quizás el momento, quizás la pérdida de noción, pero sentía que estaba a su completa merced. Hizo que me diera vuelta, besandome en el cuello, e hizo que me apoyara contra la pared con ambas manos. Bajó hasta mis nalgas y penetró de inmediato con su lengua en mi ano, haciendo que parara la cola pidiendo más y más. Podía sentir cómo la punta de su mojado músculo se metía en mí y se abría camino haciéndome sentir oleadas de placer. Me mojaba con rapidéz, me aflojó de inmediato y me tenía ansioso de que clavara su pene en mi ano lo antes posible. Mi pene estaba duro como piedra, no sabía cuanto más iba a poder aguantarlo sin correrme. Entonces siento que algo bastante más grande que su lengua toca mi entrada, lleno de humedad y calor. Era su pene, recubierto por un condón y humedecido en sus fluídos. Él supo como hacerlo entrar muy rápido, mientras yo sentía como calaba desde mi culo hasta la parte posterior a mi abdomen. Sentía su verga completa dento de mi, abriéndose paso entre mis entrañas con mucha suavidad y calor. Me sentía penetrado hasta el alma, poseído, sometido, extasiado, como al borde de un risco en el momento en que las puntas de tus piés se desprenden del suelo y el resto de tu cuerpo se deja caer hacia adelante. Embistió en mí de una forma magnífica. Yo gemía desenfrenado de placer y empujaba aún más hacia él desplegando mis caderas para que lo metiera más y más adentro. Casi no había fricción entre su pene y mi ano, lo cual hacía que yo sólo sintiera en mi interior cuando lograba el fondo y me estimulaba zonas que en mi vida habían sido intervenidas. A gemidos le pedí que me follara como nunca y él jamás perdió el tiempo en detalles. Me empujó contra la cama, hizo que levantara las nalgas y me siguió dando de sí por mucho rato más. Podía sentir como todo el resto de mis emociones se concentraban en ese punto, condensándose en una oleada de placer que seguía el ritmo de sus embestidas. Al cabo de un momento comenzo a crecer algo cada vez que me penetraba, como entre mi ano y la boca de mi estomago que me ponía cada vez más inmóvil. Me dilaté aún más y podía sentir cómo esta nube en mi interior se hacía insosteniblemente densa y enorme hasta que en una de sus embestidas pude escuchar un gemido tremendo y una pista caliente en mi interior avisando que él estaba eyaculando. Eso hizo que la nube que sentía en mi interior estallara y me violentara en una explosión de éxtasis que jamás había sentido en mi vida. Me corrí instantáneamente, mientras él se corría dentro de mí tratando de llegar aún más adentro. Me desgarraba de placer gimiendo, recogido en mí sintiendo como la sincronía entre los dos acallaba todo el resto del ruido y nos fusionaba en uno sólo. Nos quedamos así un buen rato, conectados el uno con el otro en la misma melodía, él aún dentro mío.
Luego de retirado, todo volvió a ser una pintura poco realista y empecé nuevamente a ver colores a mi alrededor. Él estaba a un lado mío, recostado, muerto de cansancio y satisfacción. Recuerdo que una sensación de ligera inseguridad me llevó a vestirme rápido y salir. Atravesé la habitación redonda y bajé la escalera de caracol. La fiesta seguía en llamas pero me sentía tan abatido que decidí abandonar el lugar. Lo malo es que todo seguía siendo una caricatura para mí y la música casi me impedía tomar la decisión de abandonar.
Finalmente salí, de entre mi pantalón tomé las llaves de mi auto y viajé con una suerte única hasta mi departamento, donde caí desmoronado sobre un sillón dormido. Honestamente, el sueño fue lejos más realista que todo lo que esa noche acababa de acontecer. Aunque honestamente no supe cual de los dos fue finalmente el sueño al llegar el otro día.