viernes, 15 de abril de 2011

Yo también hice ayer cosas que dije que no volvería a hacer...

viernes, 15 de abril de 2011

Necesito desahogarme. Tanto, que estoy dispuesto a exhumar el cadáver de este blog para poder exteriorizar lo que siento, que es principalmente vergüenza, culpa. No sé si ustedes se sienten igual, pero yo creo que a grandes rasgos soy una buena persona, aunque las cosas que hago me hacen morderme el labio cada vez que le doy una repasada a la idea en mi cabeza. La traición... Lo malo de la traición es que es como un veneno a plazo extremadamente dulce que en algún momento se activará y dejará la cagada en tu vida, sin excepción. Aunque en este momento, las hormonas que deja un encuentro sexual descarnado y prohibido me impiden pensar en otra cosa que no sea la gloria del momento.
Otra vez me acosté con la pareja de mi amigo... Y váyanse desde ya a la mierda si me van a decir que no sé lo que es la amistad, porque sí lo sé. Es probable que lo sepa mucho más que varios de ustedes, que se jactan de ser muy amigos de sus amigos y respetuosos de lo ajeno cuando en verdad se involucran escasamente con los demás. Esos si que son egoístas, negándose a compartir a un nivel esencial. Rechazando sumergir su mente en lo profundo de la intimidad emotiva de los demás. Clausurando su propia necesidad de completud, llenándose al rededor de personajes de dudosa relevancia buscando un sucedáneo de auténtica compenetración con el resto. La cosa es que lo quiero; lo quiero pero lo envidio. Envidio que él tenga algo que yo anhelo con la misma ansiedad aberrante con la que un pendejo anhela la paleta más grande de la Dulcería. De todos modos el verdadero problema se asoma cuando al objeto de mi envidia le pasa lo mismo conmigo. Aunque él está envidioso de mi soltería y todos sabemos que no existe nadie más liberal que ella con el tema de compartir los novios, jajaja. Sabe por experiencia propia que el poder de mi animal interior es el de un puma comparado con el chihuahua del otro. Por fuera dócil y parsimonioso, por dentro hambriento y furibundo. En otras palabras, él le da los besitos más tiernos mientras yo le trago la pija con una voracidad quemante que jamás pensó sentir.
Pasando al acto. Fue todo mi culpa y su culpa, afortunadamente. Empezamos a ver tele, luego a hablar de las fotos de un actor porno que le había prometido hace unos días. Ahí fue cuando me puse malicioso y puse un vídeo donde tenía al susodicho de protagonista y la cosa empezó a ponerse más caliente. Nota aparte, él se quedaba en mi casa esa noche para aprovechar la distancia de donde vivo y un lugar donde tenía que asistir al día siguiente. También teníamos que dormir necesariamente en la misma cama, cosa que habíamos podido hacer antes sin roce de ningún tipo. Somos amigos de hace tiempo, a decir verdad. La cosa es que mientras veíamos las películas empezamos a pasar a otras, y otras, y otras, mientras por debajo del cubrecama era evidente que ambos nos estábamos tocando. Después esos toques se pusieron más intensos y regulares. Nos estábamos masturbando debajo de la ropa a vista y paciencia del otro, pero sin meternos en el trabajo ajeno, tal cual dos escolares o Boy Scouts (para quienes vivieron la experiencia jajaja). Y de ahí, montando el juego más y más sentí como su mano se deslizó entre las sábanas y me cogió la roca que tenía por pene con una suavidad ya familiar para mí. Yo por supuesto hice exactamente lo mismo y de ahí al momento en que nos encontrábamos encalados al mismo tiempo por la boca no deben haber transcurrido más de cinco minutos. Que delicia más grande. Es que no hay nada más rico que cuando alguien accede a follar contigo con absoluto abandono. Saliva, sudor, pelos y fluidos por doquier, es como tocar el cielo con la punta de tu lengua, que en ese instante figura recorriendo un planeta entero de sabores y texturas donde el ombligo es el centro y no existe el concepto de límite o frontera. Me lo monté un rato, cabalgó hasta que su calentura tomó un curso diferente y luego me empaló a mí. Es la gracia de revolcarse sin esquemas ni discusiones, ¿No? Lo que se antoja se hace. ¡Que cosa más rica! Me acuerdo y me pongo duro.
Durante uno de los cambios, el teléfono sonó. ¿Qué saco con mantener el suspenso, si ustedes pueden predecir lo que era? Conversó un momento y luego cortó. Yo, expectante de su próximo movimiento, lo miré sonriente y malicioso esperando que se manifestara. Me sonrió, tiró el teléfono al suelo y me metió la lengua en la boca hasta coger la mía intentando llevársela. La cosa no iba a terminar ahí para mi satisfacción sexual.
Y así fue como otra vez me hice traidor. Llevo jugando este juego desde que se inventó entre nosotros, en tiempos anteriores a su actual relación. "Te está usando porque el otro no le da sexo", me dice mi mejor amigo, quien no puede estar más en lo cierto. Aunque honestamente, a mi no me puede gustar más la situación. ¿Me entienden? Es como si lo negativo de su adicción a sus escapadas conmigo fueran un chivo expiatorio para el morbo que a mi me produce todo eso. Porque si es que en verdad ser usado se trata de esto, no podría estar más de acuerdo, y preferiría mil veces seguir siendo usado que estacionarme a tener sexo con sabor a rutina con alguien que me da por follada segura.
Estas escapadas no sólo me hacen sentir malo, si no también deseado, excitante, sexy, animal, cómplice, valiente y complaciente. Me hace sentir que valgo la pena la traición mientras yo le hago sentir todo lo que se puede obtener con un instinto bien amaestrado.
No tengo más que decir, además de pedirle disculpas en silencio a la persona que ignora todo esto, pues estoy seguro que de destaparse la olla sería el fin de una relación, de una amistad y probablemente de este juego de animales calientes. Sin embargo, en lo que a mi respecta, no pienso ponerle fin a pesar de que tampoco estoy generando estas instancias a propósito, para que no crean tampoco que soy el artífice de la misma razón que me lleva a sentirme en este momento como la peor de las putas, jijiji.

Los quiero, secreteles míos.